Muy buenas. Hoy quiero hablarte de algo tan importante como es la diferencia entre el desahogo y la queja. ¿Te lo has planteado alguna vez?
Desgraciadamente, es ideal que todos nosotros tengamos bien asumido que en la vida van a sucedernos bastantes cosas que no nos gustan. En otros vídeos hablamos y seguiremos hablando sobre lo importante que es nuestra orientación hacia lo positivo para que no caigamos en un sesgo atencional negativo. Pero habrá múltiples ocasiones donde los sucesos adversos no podrán pasar desapercibidos. Ahora bien, ¿Qué hacemos cuando ocurren estos eventos vitales estresantes? Por supuesto, yo recomiendo que todos nos convirtamos en expertos en autorregulación. A nivel de pensamientos, emociones, conductas e incluso fisiología. Pero en este vídeo trataremos solo una de nuestras estrategias de regulación, que es compartir lo sucedido. Y es aquí donde quiero que reflexiones sobre las dos caras que puede tener esta estrategia.
Llamo desahogarse, al hecho de compartir el hecho negativo sucedido con alguien, pero haciéndolo de tal modo que nos sintamos mejor después de ello. Probablemente para ello es recomendable que la persona que escojamos sea bastante buena recibiendo estos procesos: escuche atentamente, no nos juzgue, no nos interrumpa, no nos de consejos si no se lo pedimos. Y por nuestra parte, quizás nos ayude mucho intentar describir el suceso de modo objetivo, intentar que el otro pueda entender lo sucedido y cómo nos sentimos por ello, comunicar de tal modo que sintamos que nos alivia compartir y hallar comprensión y apoyo en quien lo recibe… Por eso esto supondrá un des-ahogo… porque este proceso me ayudará a sentir menos aflicción de la que sentía antes de compartir.
Pero luego llamo la queja al hecho de seguir compartiendo el mismo suceso sin que tenga esa función catártica, liberadora, de apoyo que tenía cuando nos desahogábamos. Suelo explicar esto con una gráfica de cambio: algo será un desahogo para nosotros cuando nos sintamos cada vez mejor al compartirlo. Por supuesto, nos encanta sentirnos entendidos y confortados por nuestros seres queridos. Pero, llega un momento, donde el hecho de seguir hablando de ese mismo agravio, no sólo deja de aliviarnos, sino que comienza a perjudicarnos. Piénsalo: si un suceso negativo impregna mucho tiempo de tu vida, mucho espacio en las conversaciones con tus seres queridos, ¿eso te va a sentar bien? Creo que no. Recuerda que somos poco objetivos respecto a la gravedad relativa de los problemas que tenemos… y hablar mucho de un problema va a facilitar que sientas que es más grave de lo que realmente es y, por lo tanto, a causar más malestar del que le correspondería si no lo agrandamos.
Así que la práctica de este vídeo consistiría en que intentes estimar cuándo el compartir un problema te ayuda (y entonces constituye un buen desahogo) y cuando seguir compartiendo ya supone inflar la importancia y el impacto del problema en tu vida (suponiendo entonces una desaconsejable queja). Si tienes muchas dudas, yo creo que, para la mayoría, compartir con nuestras 3 o 4 personas más cercanas suele suponer un buen desahogo, pero a partir de la 4º o 5º ya comenzaría a causarnos más malestar que alivio.
Deseo que te haya gustado el vídeo. Esperamos tus comentarios, y por supuesto, que te cultives, que te cuides y que también aportes al mundo todo lo que puedas. Otra forma genial de practicar es comentar lo que te haya parecido interesante de este contenido con tus seres queridos, y mejor aún si os animáis a practicar juntas, contribuyendo a #unmundomejor basado en valores absolutamente necesarios. Un abrazo muy fuerte y muchas gracias por ser parte del cambio positivo.