¡Muy buenas!
Si ya me conoces seguro que ya te he comentado alguna vez sobre esta propuesta que considero de las más eficientes que existen. ¿sabes lo que es la eficiencia? Conseguir los mejores o mayores efectos posibles al menor coste posible. Un reto nada fácil, pero tremendamente importante.
Yo recomiendo muchísimo, para nuestro buen crecimiento personal, que nos fijemos en el tipo de lenguaje que utilizamos. Hay gente que opina que no es relevante, porque son solo expresiones, pero te invito a que reflexiones respecto a la influencia que tiene el tipo de narrativas que utilizamos en las realidades que creamos en nuestra mente, y por lo tanto en el tipo de emociones que facilitamos.
Tras haber atendido a miles de personas he llegado a la conclusión de que utilizamos adverbios absolutos con mucha frecuencia, de modos inadecuados. “todo lo hago mal”, “nunca me escuchas”, “nadie me quiere”, “no sirvo para nada”, “nunca paras”, “no se te puede decir nada”, etc. ¿te suenan estas frases? Creo que son tremendamente comunes. Y ¿por qué te recomiendo que reflexiones sobre su potencial negativo y practiques para dejar de utilizarlas? Por muchos motivos:
- No estamos siendo ni sinceros ni objetivos al hablar así: es imposible hacerlo todo mal
- Estamos causando malestar, y a veces muy intenso: por exagerar, por mentir, por no cuidar de la frustración que estamos sintiendo de modo adecuado o proyectar en otros algo que va a dificultar la situación
- Es un lenguaje victimista, desesperanzador: si quiero que me escuchen más, lo ideal es que realice esa petición de modo concreto, no que facilite el sufrimiento de ambas personas
- Nos descentramos de la posibilidad de solucionar o mejorar el asunto: cuando globalizamos o describimos un problema de modo absoluto, nuestro cerebro no visualiza las posibles soluciones que podríamos intentar
Por supuesto, a veces estos adverbios o palabras absolutas sí son racionales: todos los días necesito respirar. Ok, ningún problema con eso. Desarrollar un estilo expresivo racional, objetivo y constructivo sí nos va a ayudar profundamente en la potenciación del bienestar, propio y ajeno. Sabremos expresar mejor nuestras dificultades y quejas, siendo justos, para poder centrarnos lo antes posible en cómo podemos orientar nuestra mente a las soluciones.
Quiero transmitirte incluso un ejemplo sorprendente, que cuento también en mi libro Aprende a ser feliz con la ciencia del bienestar. Un niño de 7 años me comentó, en la 3º sesión (ya que en la 2º le pedí al padre que renunciara a los adverbios absolutos), que se encontraba mucho mejor porque ya no le decían “todo lo rompes”, “siempre la lías”, porque sabía que a veces se encontraba bastante inquieto, pero le dolía mucho que tuviesen un concepto tan negativo de él. Con algo tan sencillo pero poderoso como esto, el ambiente en casa mejoró mucho y muy pronto.
Cuando alguien nos dice “nunca se te puede decir nada”, quizás está renunciando a escuchar el asunto que queremos tratar en este momento. Creo que sería un gran avance en las relaciones si practicamos este compromiso de cuidar la objetividad, precisión y utilidad del lenguaje.
Te garantizo que solo fijándote en como te expresas vas a notar múltiples mejorías. Nos encantaría saber qué tal te va practicándolo.
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