Como las emociones se expresan en el cuerpo, a veces este adquiere hábitos o se queda “anclado” en patrones rígidos.
Muchas de las personas que no se atreven a enfrentarse a sus pensamientos y emociones, comienzan a experimentar síntomas físicos diversos (dolores de cabeza, agotamiento, etc.) o cuando sienten ansiedad se fijan solo en la parte física -dificultad al respirar, taquicardia- en vez de en los mensajes importantes que nos trae el cómo y el por qué ha aparecido.
Estos autores proponen que cuando haya una emoción o síntoma físico difícil observes, ayudándote de una respiración profunda, dónde sucede esto. Ablanda, tranquiliza y permite.
ABLANDA
Cuando identifiques el/los lugares, ABLANDA la zona, aligera, suelta, relaja los músculos. No lo intentes como una orden, si no ofreciendo ablandar, con suavidad y amabilidad. Este es el apoyo FÍSICO.
TRANQUILIZA
Ahora pasamos a TRANQUILIZA. Puedes poner la mano sobre tu corazón y observa cómo te encuentras. Ofrécete calma, como lo harías con un ser querido o tu hij@, confortando. Quizá quieras repetir: tranquil@, tranquil@… Este es el apoyo EMOCIONAL.
PERMITE
Y ahora PERMITE. Si no aceptas lo que está, generas tensión y lucha. Permitiendo la presencia de lo que sientes, de lo que sucede, te ayudas. Aunque no quieras que esté, seguirá estando, así que actúas a favor de la realidad, permitiendo que sea como es. Este es el apoyo MENTAL.
Y las tres propuestas juntas: “Ablanda, Tranquiliza, Permite”, como práctica informal para cuando existan momentos difíciles, generando esta actitud de comprensión, ayuda, amabilidad ante el sufrimiento. Precisamente porque sufres, cuidas de tu sufrimiento.
Esta es una tarea muy práctica y muy importante dentro del cultivo de la compasión y la autocompasión, con el fin de comprender de manera eficaz el sufrimiento propio, aprender a gestionarlo y hacerlo constructivo para poder lograr nuestro nivel óptimo de bienestar.